Perspectiva lateral de la catedral Gran Madre di Dio, bien cargada de perforaciones a lo largo de su estructura.

Con un presupuesto bastante más escueto que los de Zaha Hadid, Calatrava o Frank Gehry, el padre del diseño moderno italiano acabó este monumento en la ciudad de Tarento en 1970. Desde entonces no ha sabido conservarse tal y como exige su valor histórico.

La gran plaza en la que se asienta la catedral dispone de un estanque sin agua, que ya introduce el estado en el que se encuentra la obra de Ponti.

Con un presupuesto bastante más escueto que los de Zaha Hadid, Calatrava o Frank Gehry, el padre del diseño moderno italiano acabó este monumento en la ciudad de Tarento en 1970. Desde entonces no ha sabido conservarse tal y como exige su valor histórico. La gran plaza en la que se asienta la catedral dispone de un estanque sin agua, que ya introduce el estado en el que se encuentra la obra de Ponti.

Justo al fondo del altar destacan tres pinturas en la pared realizadas también por el diseñador italiano.

A Gio Ponti hoy se le reconoce por la torre Pirelli que levantó en su Milán natal, también por la cafetera espresso aerodinámica Pavoni o uno de los iconos de Cassina, la silla Superleggera de 1957, e incluso los más interesados en la trayectoria del italiano recordarán la villa pospalladiana que él diseñó a las afueras de París para el dueño de la firma de alta platería Christofle.

En vez de vidrieras, Ponti perforó las paredes creando una serie de ventanas hexagonales diminutas en las bóvedas, que son las que se aprecian a la derecha de la imagen.

Lo que muy pocos conocen es que Ponti, cuando se acercaba a los 80, consiguió uno de los encargos más importantes de toda su carrera. Era una catedral, pero no de las que aparecen entre los emblemas a visitar en una gran ciudad. La suya se proyectó al sur de Italia en el municipio de Tarento, gravemente destruido durante la Segunda Guerra Mundial, y cuyo centro demolió Mussolini en gran parte para construir una promoción de lúgubres apartamentos; allí figura además una de las mayores fábricas de acero de Europa, la contaminación es enorme y la catedral del italiano se ha desvirtuado por los grafitis que la rodean y el parking lleno de basura que hay en la parte trasera. Viendo tal imagen se puede entender que en esta ciudad portuaria de poco sirvió contratar a un arquitecto de renombre.

Ocurrió a principios de los 60 ante el declive industrial. Al arzobispo de Tarento le convencieron entonces de que hacía falta otra catedral y, en caso de levantar una debería firmarla alguien tan emblemático como Gio Ponti. Seis años tardó en proyectarse y construirse, bajo un concepto que hacía referencia a los edificios tradicionales blancos de la Apulia –la región italiana donde se asienta la ciudad-, el estilo gótico y la austeridad franciscana.

Para resolver el proyecto se utilizaron muchísimos materiales que rara vez se habían contemplado en el diseño de un monumento religioso, como estas barandillas de aluminio pintadas de verde marino.

Esa sobriedad se aprecia en el cuerpo de la catedral, algo así como una especie de esqueleto perforado con rendijas y aperturas, y situado por encima de la plaza que ocupa, en la que también se instalaron estanques que simbolizan el océano, aunque rara vez se puede encontrar agua allí. Pese a eso, quien visite el complejo sí entenderá que el italiano quiso hacer referencia en todo momento al entorno marítimo: en su fachada no se erige un campanario como tal sino la reinterpretación de una vela, campanario sin campanas, con 40 metros de altura y con dos muros de hormigón separados por un metro y sin ninguna cubierta, ya que según Ponti aquello se trataba de una puerta que conducía del mar al cielo.

Así es la puerta de bronce que da paso al interior, teñida del verde marino que impregna los principales elementos del edificio.

Tales metáforas visuales continúan dentro del edificio nada más pasar por la puerta principal de bronce que se incorporó en la fachada oeste, donde el diseñador sustituyó los arcos góticos de una catedral convencional por doseles triangulares. En la nave principal del interior abundan las ventanas hexagonales en las bóvedas, y su altar en 2022 sigue pareciendo tan futurista como el primer día. Está presidido por dos capillas laterales y el color que reina allí es el verde marino, el cual tiñe el trono del obispo y el resto del suelo del edificio. ¿Y qué hay de las dos columnas de hormigón en tamaño XXL? Al estar a la vez en el altar, ambas sostienen cruces que, de nuevo, adoptan una silueta parecida a la de un ancla de barco.

Desde los laterales de la catedral se puede observar aún mejor el deterioro que sufre uno de los proyectos más relevantes de Ponti

Comentan muchos críticos que la idea de Ponti, ante todo, era un monumento que se fusionara con el agua, el aire y la vegetación, el problema fue que los olivares y las plantas trepadoras incluidas en el proyecto del italiano, jamás llegaron a colocarse. Por no hablar del presupuesto, que de lo ajustadísimo que era obligó al autor a utilizar ladrillos y hormigón baratos, por lo que el resultado no ha envejecido del todo bien. Nadie podrá saber qué opinaría hoy Ponti si viera su templo así (él falleció en 1979), pero lo que ya se sabía entonces era que una ciudad es incapaz de revitalizarse construyendo un edificio, por muy estrella que sea su arquitecto, si detrás no hay un plan urbanístico serio y mucho más integral, y además se pasó por alto el hecho de que Tarento está alejadísimo de todos los principales centros de interés turístico en Italia.

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